Regresé a casa para el anochecer, no había logrado nada con salir (al menos eso pensaba), ya que el encuentro que tuve con ese ser me dejo reflexionando por un buen rato. Tome un profundo suspiro, entretanto llevaba la mano hacia un vaso de cristal que parecía esperarme con ligera inquietud. Serví un poco de agua en él y me lo lleve a los labios. Bebí muy lentamente y cerre los ojos. A mi mente volvío la afilada imagen de ese ente femenino; su rostro, su piel y sus profundos ojos azules.
—¿Quién eres?—pregunté entre dientes mientras sostenía su recuerdo en mi cabeza.
No encontré respuesta, y tampoco la obtuve. ¡Cómo quería obtenerla! Tal vez todo había sido una creación mía, una ilusión, un sueño, una dulce quimera que me endulzo el momento con su compañía. Fantasia o realidad, había sido sumamente hermosa y gratificante. Pero, tampoco puedo quedarme con los brazos cruzados. Realmente deseo saber qué paso. Es así que me sumerjo en pensamientos incoherentes, al punto de perderme por completo en el interior de mi mente.
Vago por terrenos oscuros, por caminos insospechados colmados de frio. No son nada parecido a lo que vi. Todo es denso y gris.
De pronto, mis oidos se colman de suspenso.
. . . .
¿Una gotera?
. . . .
Si, parece una gotera o, ¿es una gotera?
¿Qué hace una gotera en mi mente?
Subitamente, mis ojos se abren como queriendo acercarse a lo que mis oidos están escuchando. Pero, ¿qué es lo que..........?
Frio, hace mucho frio. ¿Porqué hace tanto frio? Hace tan solo unos momentos estaba quejandome del clima por todo lo que había sudado al caminar por el parque, pero ahora, todo es frío, bruma y oscuridad.
Volteo a mi rededor y me colmo de pasmo.
—¿Dónde estoy?—articulo dicha pregunta con una voz desconocida que brota tremulamente de mis labios.
Mi piel se eriza, mis articulaciones se entumen. Me encuentro en un lugar completamente desconocido. Ajeno a mi entorno, extraño y lugubre.
. . . .
La gotera otra vez.
Exhalo, y veo vapor brotar de mi boca. Llevo mis heladas manos a mis labios para darme calor, sin embargo no logro hacerlo, ya que me impregno de un gélido escalofrío al verme los dedos.
—¿Qué es esto? ¿Cómo es que se han puesto así?—hablo con zozobra. No puedo evitarla, así como tampoco puedo huir del miedo que ha comenzado a acecharme. Y es que, mis manos han envejecido. No son las jovenes y tersas manos que me caracterizan; son todo lo contrario, son viejas, arrugadas y asperas. Me colmo de desespero, de angustia. Mis ojos se inundan de llanto y mi garganta de pena. Volteo a mi rededor con gran temor en busca de una explicación, de una salida. Esto no puede ser cierto. Yo estaba en casa, en la cocina. Tome agua y cerre los ojos, buscando una respuesta a lo que ví en el parque. Pero, ahora estoy aquí, encerrada en un oscuro y frio lugar. Y, sin embargo, no siento que sea yo quien esté, verdaderamente, aquí. Estas manos no son mías. Esta voz tampoco lo es.
. . . .
Una vez más, la gotera.
Cierro los ojos con fuerza, deseando regresar a mi mundo, a mi realidad, pero vuelvo a escuchar esa gotera que ha comenzado a estresarme, a asustarme.
—¡Quiero regresar! Solo quiero regresar...—grito con toda mi energía en esa voz ajena, mientras empuño las manos con fuerza.
Vuelvo a abrir los ojos.
. . . .
Continuara...
Claudia V. Ramírez
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