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Un adiós...

Me cuesta siquiera expresar lo que ésta fecha significa para mí... Tal vez sea la misma sensación que me abrazó la primera vez que te vi...

No, no hace falta que lo traigas a tu mente, será mejor dejarlo así... No quiero traer a tu bello corazón los recuerdos de algo que, hace tiempo, acabó.

Hoy es un buen día para festejar la alegría que a ambos nos embarga... A ti por estar viva, por llevar en tu rostro la belleza de la vida, por dejar que en tus mejillas se pinte la candorosa timidez de los años. Y, para mí, por ser el dueño de estos ojos que, alguna vez, te miraron con el anhelo enamorado de un colibrí que busca el alimento en lo que más ama; la flor.

Me es grato saber que aún tengo la oportunidad de acercarme a ti, aunque sea para sólo hacerte entrega de este sincero mensaje que guarda todo aquello que ya no te podré decir.

Es de mi esperanza, que un camino de perfecta felicidad reconforte tu andar por la ajetreada existencia que es la vida. En el fondo sé que, en tus labios, la tibia satisfacción de ser feliz siempre te acompañará, pues llevas contigo lo más hermoso que este mundo pudo dar... Tú.

Tal vez esté corto de letras, pero... ¿Qué más te puedo decir? ¡Describir lo que siento al tenerte cerca por última vez es, honestamente, imposible! Ya no se diga el saber que, después de esto, ya nada volverá a ser lo que fue. Sin embargo, sé que nada es eterno; su permanencia podría menguar la luz del alma.

Gratitud es lo que has dejado en mí, por haber sido la lluvia más dulce que mis labios hayan probado, el roce más terso que mis manos hayan tocado... El aroma más tierno que mi nariz haya olfateado.

Gracias, hermosa niña, por hacerme feliz, por colmarme la vida de tiernos momentos.

Gracias, mujer perfecta, por llenar a mis fantasías de concupiscentes realidades... Por tocarme el corazón con la boca, y el alma con el cuerpo... Con tu magnánimo ser.

Se feliz, por siempre... Mi niña, mi alma, mi eterna enamorada... Amor.

Esu Emmanuel G.


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