Lo primero que ha de hacer un
ser humano es desechar sus malas cualidades.
Al renunciar a sus cualidades
animales, se acerca al Señor de todos los individuos.
El Yoga es equilibrio mental.
Es el mejor entre las diferentes clases de trabajo.
En este mundo, el hombre no puede experimentar lo
sagrado sin un enfoque de equilibrio mental. Mientras
no intente poner en práctica su equilibrio mental, su vida se encontrará en un
estado de confusión.
En el equilibrio mental se disciernen cinco tipos. Al
primero uno se puede referir como equilibrio mental relativo al mundo. El
segundo es un equilibrio mental común. El tercero es el equilibrio mental
frente al trabajo. El cuarto es el equilibrio mental frente a la devoción. El
quinto es el equilibrio mental relativo a la sabiduría.
La habilidad que
poseamos en cuanto a poder controlar nuestros órganos sensoriales constituye la
base para nuestro equilibrio mental. En el mundo de cada día encontraremos
dolor y placer del mismo modo en que tenemos el calor y el frío. Si el hombre
puede aceptar el dolor y el placer con una misma actitud, será capaz de llevar
una vida feliz. Bajo ciertas condiciones, el frío producirá contento y bajo
otras, el calor producirá placer. Podemos ver, entonces, que tanto el calor
como el frío pueden resultar placenteros. Habríamos de notar que aunque haya
diferencias en cuanto al tiempo y al camino, el aspecto del placer es común. En
el invierno frío el calor nos produce felicidad. En la estación calurosa, el
frío otorgará comodidad. Sin embargo, pareciera que calor y frío son opuestos.
No es así. Cada cual no implica sino una característica opuesta al otro. Si no
hubiera frío, no le adjudicaríamos tanto valor al calor. Si no supiéramos lo
que es el calor no valoraríamos el frío. Así también, de no existir el dolor,
no disfrutaríamos del placer. En esto, el pesar toma la forma de un paso hacia
la felicidad. Se hace necesario que reconozcamos la Verdad de que la felicidad
se encuentra contenida en el pesar y el pesar contenido en la felicidad. Al
reconocer esta Verdad nos resultará posible mantener una actitud igual respecto
de ambos. El placer representa un intervalo entre dos dolores. Sólo cuando el
dolor se encuentra entremezclado con el placer podemos darle algún valor a
éste. Por eso es necesario que los recibamos a ambos con una mente equilibrada.
Este tipo de equilibrio mental es el que se refiere al mundo. Cuando podemos
desarrollar este tipo de equilibrio mental, nos hacemos capaces de resistir las
dificultades que nos salen al paso.
Luego viene el equilibrio mental relativo a la
sociedad. Alabanza y crítica, ganancia y pérdida, victoria y derrota no son
mutuamente opuestos. Hemos de meternos en este asunto y examinarlo más en
detalle. Tanto la crítica como la alabanza sirven para establecer la
estabilidad de un hombre. Parecen ser mutuamente contradictorios, aunque de
hecho no lo son. Aquello que les puede llevar a una posición respetable,
también puede hacerles caer. En la medida que sean alabados, también crecerá
paralelamente la crítica. Mientras más profundamente vayamos cavando en el
pozo, tanto más alto se irá haciendo el montón de tierra junto a él. El
pozo será descrito como un hoyo profundo, en tanto que la tierra extraída se
describirá como un montón de tierra. Podemos imaginar que el pozo corresponde a
la crítica, mientras que el montón de tierra corresponde a la alabanza. Sin
embargo, si echamos el montón de tierra dentro del pozo, éste quedará tapado.
En este contexto, la tierra del pozo y la tierra del montón son lo mismo. Una
vez que comprendamos que, de hecho, esto es así, ya no le temeremos ni a la
crítica ni a la censura. Desarrollaremos un equilibrio mental ante la alabanza
y la crítica. Si no existiera este montón de tierra, no podríamos tapar el
pozo. Habremos de reconocer la importante conexión que existe en el hecho de
que mientras el montón se va haciendo cada vez más grande, también el pozo se
va haciendo cada vez más profundo. Algunos mirarán la profundidad del pozo, en
tanto que otros mirarán la altura del montón de tierra. La actitud correcta
será la de mirarlos a ambos con una misma actitud mental. Sólo cuando el hombre
pueda mirarlos a ambos con la misma actitud, será capaz de progresar por la Senda Sagrada.
Tomaremos ahora las pérdidas y las ganancias. Si, por
un lado, nos sentimos felices de haber logrado ganancias, también habremos de
tomarnos el trabajo de protegerlas. La misma medida de sufrimiento por el que
habremos pasado antes de lograr la ganancia seguirá estando allí también
después. Cuando nos sentimos felices de haber logrado un margen de ganancia,
también lamentaremos que vengan los agentes de impuestos a quitarnos una buena
parte de él. Si logramos desarrollar una actitud respecto de que no ganar sino
veinticinco dólares es lo mismo que ganar cien y pagar un impuesto de setenta y
cinco, podremos llevar una vida feliz. Si logramos desarrollar una actitud
respecto a que no deseamos ni la ganancia ni la pérdida, podremos llevar una
vida pacífica y tranquila. De esta manera siempre andarán juntas ciertas
actitudes conexas con la sociedad, como el dolor y el placer, la victoria y la
derrota, etc. Nuestra primera tarea habrá de ser la de reconocer nuestro deber.
No tendríamos que estar pensando si ello nos llevará a la victoria o al
fracaso. Habrán
de reconocer que la disciplina espiritual o el esfuerzo son más importantes que
el éxito. Más importante que centrarse en el pensamiento de que deben tener
éxito, es que empeñen su esfuerzo. Sucede que desarrollan el deseo de
asegurarse la promoción, pero no ponen en ello el esfuerzo que se requiere para
ser promovidos. Si pusieran el esfuerzo requerido, no habrían de preocuparse
por el resultado. Porque, si empeñan el esfuerzo necesario, no podrán caber
dudas respecto de vuestro éxito. Si por causa de la mala suerte no logran la
promoción tampoco necesitarán lamentarlo, puesto que han puesto todo su empeño.
Esta estabilidad y este equilibrio mental que no les hace sentirse ni
alborozados ni deprimidos, es el que deben desarrollar. Si logran esta actitud
pareja frente a los asuntos que atañen a la sociedad, ni lo bueno ni lo malo
les alterarán de manera desmedida.
A
continuación viene el equilibrio mental relativo al trabajo. En este mundo son
naturales las consecuencias como el éxito o el fracaso que provengan del
trabajo que lleven a cabo. Esta creación consiste en la confluencia y
separación de cosas. Todo lo que nace está también destinado a morir. No
obstante, los seres humanos de hoy desean encontrar una razón para la muerte,
siendo que no quieren saber la razón para el nacer. Siempre estamos preguntando
por qué y cómo murió alguien, pero no preguntamos por qué nació alguien. Así
como nada sabemos sobre la causa de la muerte de uno, tampoco sabemos sobre la
causa por la que uno nace. Con un propósito superficial pensamos que alguien
murió ya sea debido a un accidente o a una enfermedad. Esto no es así. El único
responsable por la muerte es el nacimiento. Si reconociéramos que el nacimiento
representa la razón para la muerte, no lamentaríamos la muerte. Por ende, no
deberíamos preocuparnos sobre los resultados del trabajo que emprendamos.
Habríamos de reconocer al trabajo como algo natural para un ser humano.
Lo siguiente es el equilibrio mental relativo a la
devoción. Para aquel que reconoce que Dios representa la base del éxito y del
fracaso, de las ganancias o las pérdidas, no habrá diferencia alguna entre
estos aspectos. En ello habríamos de reconocer la actitud equilibrada de Dios
mismo. Una vez que reconozcamos la
Verdad de que Dios es Omnipresente y que se encuentra
presente en cada uno y en todos, no habrá diferencia alguna entre uno y otro.
Desarrollando estas ideas seremos capaces de desarrollar un equilibrio mental a
través de la devoción.
Está el equilibrio mental relativo a la sabiduría. Si
lo que realmente existe no es más que uno, no queda lugar alguno para
diferencias de actitudes. La misma fuerza vital que está presente en un
elefante, también lo está en un perro o una vaca. Y, desde el momento en que
esta fuerza vital presente en todos los individuos es la misma y una sola,
podemos observar que todo es un aspecto de lo Divino. Mientras mantengan el
sentido de propiedad o mientras sigan diciendo "mío, mío, mío", no
tendrán la oportunidad de observar otras cosas que no sean las vuestras.
Mientras mantengan esta actitud no llegarán nunca a entender lo que no es
vuestro. El día que desechen la idea de que hay algunas cosas que son vuestras,
llegarán realmente a entender este aspecto de la ecuanimidad. Deben reducir sus
apegos a las cosas. Hablamos de relaciones debido a que surgen algunos vínculos
a través del cuerpo. Responsables de esto son las malas cualidades presentes en
nosotros. Una
misma cosa les puede dar alegría en un momento y tristeza en otro. Para estos
cambios son responsables el odio, el ego y la envidia.
Deberán hacer el intento por sentir dicha incluso
cuando vaya hacia otros. Deben gozar de un estado mental en que no sientan
rencor hacia otros. Debemos tratar de no causar daño ni criticar a otros. Por
esta vía podrán desarrollar una mente sagrada.
Hablar mucho lesiona la mente de uno y le destruye la
memoria. Lo primero que habrán de hacer es reducir el exceso de hablar. Díganse
a sí mismos: "¡Oh lengua! Sabes del buen gusto y eres un órgano sagrado
del cuerpo humano. Habrás de pronunciar a diario sólo buenas palabras. El ojo no comete sino un pecado: el de ver mal. El
oído no comete sino un pecado que es el de escuchar malas cosas. La lengua, sin
embargo, comete cuatro pecados: dice mentiras, critica a otros, lleva
habladurías sobre otros y habla demasiado. Con el objeto de precavernos de que
cometa estos pecados, deberemos tomar la determinación de hablar menos. Si hablan demasiado, disminuirá la energía que se
encuentra presente en ustedes. También hará que adquieran una mala reputación.
Si hablamos demasiado, nuestros amigos nos tildarán de aburridos tan pronto nos
acerquemos a ellos. Hablar en demasía también contribuye a debilitar vuestros
nervios. Y una vez que se debiliten, se arruinará vuestro sistema nervioso.
Tampoco podrán tener a la lengua bajo control. Es por esto que nuestros
ancestros le concedían tal importancia al silencio. Solían observar silencio
por largos períodos de tiempo.
Para
ilustrar esto voy a darles un ejemplo. Si tienen un receptor de radio y lo usan
constantemente, les consumirá diez o veinte vatios de potencia. En este
sentido, si la radio que hay en nosotros se mantiene hablando desde que
nacemos, imaginen la cantidad de potencia que terminará gastando. Hemos de
observar que en la medida que minimicemos nuestro hablar, estaremos fomentando
la inteligencia que hay en nosotros. Espero que al seguir por esta senda, serán
capaces de llevar sus vidas a lo largo de la Senda Sagrada.
Bhagavan Sri Sathya Sai Baba
Extraído del libro: Lluvias de verano – Tomo V
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