Aquí estoy... Sin frases prestadas ni textos ajenos, simplemente con mis propias palabras y mis vastos retos.
Creí que todo era sencillo, que jamás iba a perder a un amigo... Ingenuamente me entregué al amor y al constante desatino.
Al final, no he ganado nada más que dolor. Algunos dicen que aprendes de las caídas, de los errores que vas cometiendo en la vida, que es sabio levantarse y no mirar abajo, que el corazón sigue vibrando a pesar de todo lo malo que le haya pasado. Sin embargo, no tarda en llegar una pregunta a mi mente... Queda, frágil, pero hiriente y certera...
¿Qué pensabas ganar con vivir esa historia?
Y, aunque suene descabellado, tengo una respuesta... Una tímida e inocente... "Amar y ser amada".
Pero, eso no existe en este plano de egoísmos y sofismas. Se cree que lo es, pero estamos perdidos. No hay tal amor en nosotros, sólo posesión e inconsciencia... Dolor y pesadumbre... Anhelos vanos y quimeras insostenibles.
Así, flotando en una nube de febril elocuencia, me deje llevar por las dulces palabras que brotaban de sus labios, de ese corazón maltrecho y dolido que buscaba, ansiosamente, unos brazos tibios en donde descansar sus penas. Él me encontró... Él me siguió... Él me imagino... Él me creó...
Y yo, no puse resistencia, al contrario... Me dejaba embriagar por su dolor, por sus tiernos deseos, por su dulzura sublime...
No puedo negarlo... Yo también lo ame sin pensar en nada a cambio. Viví en un hechizo que ambos decretamos. Y no puedo evitar este llanto... no puedo aguantar a estas lágrimas que buscan fluir a través de mis pálidas mejillas... No puedo siquiera mirarme al espejo sin sentir que lo he herido, que lo he asesinado.
¿Qué te hace pensar que jamás buscaste este final?
He tenido frío desde ese día... Un gélido sentimiento me ha abrazado el cuerpo... ¿Cómo negarte que esa no fue mi finalidad? ¿Cómo mentir ante tal calamidad?
Estas lágrimas son pocas comparadas con el dolor, que sé, él está sintiendo en su bendito pecho. Jamás creí que pudiese ser capaz de tal osadía... Viví feliz con él pocos días, fueron un sueño majestuoso que no buscaba eliminar, en mí inocente maldad deseé que no terminara. Sin embargo, la crueldad no es muda, ella sabe muy bien como hablar.
Claudia V. Ramírez
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