"Hoy me voy a prensar de ti, de tus ojos, de tu boca, de tu pelo…"
Llevaba un buen rato dándole vueltas a esa frase en su cabeza, no sabía cómo continuar. El silencio le seguía. Llegaban a su mente palabras; frases cortas que trataba de combinar con ese comienzo, pero nada le convencía. Frustrado, arrancó la hoja para hacerla bola en sus manos y luego lanzarla a la pared que tenía a unos metros frente a él. Volvía a suspirar, a tomar aire profundamente, trataba de encontrar otro inicio… Imposible. ¿Qué pasaba por su cabeza realmente? ¿Qué era lo que quería decir que no podía salir de sus manos? Se avasallaban entre sus dedos esos cuestionamientos, mientras en su cabeza se agolpaban las respuestas; aún mudas, temerosas, dispersas.
Daba lentos giros en la silla al tanto que trataba de callar a su mente, era mejor buscar el silencio entre tanto ruido que lo agobiaba, pero… El silencio parecía no querer visitarle. Volvía la misma frase a amotinarse en sus sienes y en sus labios… Ahora la decía quedamente, casi como si deseara no dejarla ir… La aferraba a su lengua, a sus dientes.
"Hoy me voy a prensar de ti, de tus ojos, de tu boca, de tu pelo…"
Detuvo los giros de la silla para ponerse de pie y llevarse las manos a la cabeza, se apretaba los ojos y la frente; estaba comenzando a sentirse agobiado, desesperado, ansioso. Tomó aire con profundidad y miró hacia la ventana, parecía que la noche había llegado ya; se acercó a la ventana, hizo a un lado la cortina y observó al cielo que yacía majestuosamente estrellado, no había nubes que lo cubrieran, todo era brillo y luna. En su rostro se dibujó una leve sonrisa sin motivo aparente, sólo un reflejo tal vez. Aguardó por un largo rato ahí, no sabía qué o a quién. En su mente se apreciaba solamente una luz muy sutil acompañada de una voz muy lejana…
"Hoy me voy a prensar de ti, de tus ojos, de tu boca, de tu pelo…"
En la garganta se le estaba formando un nudo que llevó a sus ojos a inundarse de agua, así, de la nada, sólo por esas palabras que provenían de esa voz lejana, de esa luz sutil. Con pesadez, cerró la cortina y volvió la mirada a la habitación donde, esa noche, se encontraba. Clavó los ojos en las decenas de bolas blancas que adornaban la alfombra; en todas, y en cada una, yacían escritas de su puño y letra esas palabras que no dejaban de lastimarlo, ¿a dónde es que lo querían llevar? No lo entendía, tampoco es que deseara recordar la procedencia de esa voz, porque sabía que de alguien era, no sólo era una voz creada en su mente, ese sonido grabado en su cabeza había pertenecido a los labios de una persona ajena a él.
Acercó su humanidad al lugar que hacía de porta bolas de papel y se puso en cuclillas para tomarlas, una por una, y lanzarlas al bote de basura que yacía a unos pasos a su derecha.
…
Tres llamados a la puerta, muy leves y casi temerosos, le hicieron brincar levemente, no esperaba a nadie, mucho menos tan tarde. Miró el reloj que portaba en la muñeca…
"2:00 a.m"
Se puso de pie con lentitud y, un poco desconcertado y pensativo, esperó a que volvieran a llamar, pero ya no lo hicieron. Quiso no mirar por la mirilla de la puerta, pero lo hizo. Su rostro se transformó en una mueca de dolor; una que parecía nacer de un pesar profundo. Se llevó las manos al pecho, pues el corazón le estaba latiendo tan rápido y tan fuerte que parecía iba a salirse de su lugar. El aire que respiraba le parecía insuficiente para mantenerlo despierto, no pudo sostenerse en pie, no después de ver a través de la mirilla.
"Hoy me voy a prensar de ti, de tus ojos, de tu boca, de tu pelo…"
Esu Emmanuel G.
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